La igualdad debe ser la base para pensarnos como una comunidad democrática. Es central para poder aspirar a ese objetivo que antes que la libertad, tengamos asegurada nuestra igualdad. No es posible pensar en que somos libres si primero no somos iguales. Así, el principio de que todas las personas por ser humanos somos iguales es políticamente dominante. Sin embargo, cuando es necesario aplicar dicho principio a casos particulares, el consenso sobre el alcance e implicancias del mismo empieza a debilitarse.
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